Sobre una vida entre rejas sabemos muy poco y lo que sabemos es a menudo creado a base de prejuicios e indiferencia; no queremos saber, los que están en la cárcel simplemente no están, no existen. El cineasta Boliviano Diego Mondaca, nos confronta en La Chirola (2008) y posteriormente en Ciudadela (2011) con nuestra indiferente ignorancia. Las similitudes en la vida de los de “adentro” y muchos que están “afuera” sugiere que la libertad no es una materia que pueda dividirse en términos de zero sum – el que está libre la tiene y el que está preso no – sino más bien algo dinámico, inconstante, resbaladizo y en casos incluso inalcanzable. Indiferentemente de las demarcaciones artificiales que nos hayamos inventado, todos somos personas con una vida y una historia, a veces libres a veces no, libres en algunas cosas y en otras no; la libertad o carencia de ella poco tiene que ver con los espacios físicos en los que nos encontramos.
La Chirola y Ciudadela: dos documentales, dos lados de una misma historia y miles de historias al mismo tiempo.
En La Chirola (palabra coloquial utilizada para referirse a la cárcel; y que también se utiliza para nombrar a la cárcel de San Pedro en La Paz, Bolivia), Mario Cajías, ex-convicto, como contándonos un cuento, cuenta parte de su vida, su tiempo en la cárcel. Mario habla de camaradería, protección y una especie de igualdad que ha tenido dificultad de encontrar en el mundo “libre”. Con nostalgia y una mezcla decepción y resignación, Mario confiesa que la vida fuera de la cárcel le ha brindado poca libertad. Reacio al bullicio de la ciudad, pasa los días aislado, compartiendo tiempo con sus perros, quienes le han enseñado que la amistad a veces se encuentra en seres inesperados. Con su historia Mario nos confunde, acaso el tiempo transcurrido en una cárcel no debería sentirse como un castigo por el cual él, ahora en libertad, debería sentirse salvado? La libertad no se deja definir tan fácilmente, es lo que aprendemos.
De manera casi antitética Ciudadela nos muestra la cotidianidad de vida dentro de sus muros. La cárcel de San Pedro en La Paz es conocida por tener una estructura que a manera de burla, imita a la estructura de una ciudad. Manteniéndose siempre al margen, el cineasta boliviano nos lleva por los estrechos pasillos y el caos de la “ciudad” en miniatura, mostrándonos a su paso una realidad tan cotidiana – una mesa de almuerzo, un partido de futbol, música – tan parecida a la nuestra que a ratos nos olvidamos que el documental trata de la vida en la cárcel. Pero Mondaca no nos deja hacernos ilusiones, ya que en el momento en que nos empezamos a sentir cómodos y en confianza con lo que vemos, el lente retrocede y la imagen de los muros que encierran la ciudadela grita: Recuerde, ésta es una cárcel.
Diego Mondaca está de vuelta en Europa para trabajar en nuevos proyectos y conSentido logró entrevistarlo, sobre La Chirola, Cuidadela, su visión y sus nuevos proyectos.
Ciudadela muestra al libre de afuera algo de lo que es la “libertad de adentro”, la vida en prisión, al mismo tiempo que La Chirola nos habla por medio de Pedro sobre la “cárcel de afuera”. De donde tu interés por el tema?
Ciudadela ilustra una micro-sociedad en movimiento como cualquier otra, al punto que al espectador la mayoría del tiempo se le olvida que ésta siendo confrontado con la cotidianidad de una vida privada de libertad de movimiento. Uno queda con la impresión de que esa cotidianidad: el trabajo, la comida, la familia, el contacto informal entre “compañeros”, se parece mucho a la vida que conocemos fuera de la cárcel. Por otro lado Pedro Cajías en La Chirola recuerda su tiempo en la cárcel casi con añoranza; la camaradería, la compañía, el apoyo y una especie de protección que lo hacía sentirse libre. Podríamos plantear que a veces es preferible estar adentro que estar afuera? O que la línea que delimita ambas realidades en términos de libertad (y/o la carencia de ella) es ficticia?
Mas podríamos decir que somos iguales. Que el carácter gregario del ser humano posibilita que pueda encontrar siempre la manera de convivir y así sobrevivir. Cada uno de los espacios, dentro/fuera, tiene sus hostilidades y, para el caso de San Pedro, dada su arquitectura y su construcción social, sirve de vivo ejemplo de libertad y la ambigüedad de la palabra “libertad”, además de la desatinada aplicación ese concepto en la sociedad. Entonces, nos damos cuenta que los reales limites, muros o como quieran llamarlos, están en la construcción y educación de nosotros mismos, basada en el miedo, en lo punitivo y la desconfianza.
En algunos momentos de Ciudadela observamos la vida de la cárcel desde la altura de niño pequeño, tu guía? Escurriéndonos entre la muchedumbre, como si conociésemos el camino de memoria, nos movemos rápido, vemos pocas caras, quizá a propósito. Como transcurrió el contacto con los presos? Me imaginaría que no a todos les gusta la idea de ser filmados por, digamos, un chango de afuera, que se sentirían como monos en el zoo, de ahí la elección de filmar para abajo? Cómo se construye la confianza con un (ex)convicto para animarlo a contar su historia frente a un ente tan intimidante como una cámara?
Parte del proceso de entender San Pedro era darnos cuenta que la real dinámica ahí dentro es caótica, que los cambios son constantes y rápidos. Algo que, desde afuera no logramos ver y solo imaginamos con prejuicio. Por ejemplo, yo antes pensaba que el “tiempo” y la cadencia de las cárceles era muy lenta, monótona y muerta. Pero no, estaba completamente equivocados. La cárcel es una ciudadela: “!Es una ciudadela pequeña! Es una ciudadela pequeña con cada persona, con cada mundo, es un mundo impresionante…”, como cita uno de sus protagonistas. Entonces, el acercamiento estético, fotográfico y sonoro, debían intentar acompañar ese movimiento constante; esa arquitectura ecléctica, improvisada, la luz brillante y con sobras negras, esas entradas y salidas casi sacadas de la imaginación de Escher. San Pedro es un espacio surreal, pero muy propio.
Sobre la confianza. Ésta se construye poco a poco, como todo. Uno de los problemas era hacerlos hablar. No porque no quisieran, sino que las experiencias que habían vivido eran de un carácter tan límite que no estaban en condiciones de comunicarlas. Entonces decidimos nosotros respetar ese silencio. No usar sus testimonios como quejas o lamentos. Ciudadela tiene muy pocas líneas de diálogo, pero si contiene muchas líneas de concepto que surgen de la observación y de la comunicación que logramos con el espacio y la forma como se desarrolla su día a día. Estuvimos muchos tiempo sin filmar, solo observando y conversando. Estar ahí y escucharlos ya genera una gran comunicación, una comunicación que se les ha sido y sigue siendo sistemáticamente negada. Yo filmé en lugares supuestamente desfigurados, una especie de no-lugar, pero ése sitio, tal como está al día de hoy, se parece en absoluto a lo que tenemos “afuera”. Entonces yuxtapuse todo eso y gracias a esa yuxtaposición entendemos que San Pedro es una maqueta de nuestra sociedad.
Los fragmentos que compartes con nosotros me parecen libres de moral, de parcialidades, sin querer victimizar o acusar a los protagonistas de la historia. Es ese tu punto de partida al iniciar ambos proyectos, o ha ido surgiendo a medida que el contacto con las personas que filmas se intensificó?
Siempre me dijeron que la “moral” es peligrosa, entonces no meternos con ella fue una elección inicial. Nosotros no estamos en la posición de emitir juicios de valor. Madurar esa posición fue parte del proceso de construcción tanto de La Chirola como de Ciudadela. No es fácil despojarse de taras mentales con las que crecimos, con las que nos educaron y que consumimos diariamente de formas directas e indirectas.
Ciudadela fue parte de la selección del IDFA (Festival de cine documental Amsterdam) 2011 y desde entonces se ha mostrado y mostrará en distintos lugares de Europa y Latinoamerica. Como ha sido la acogida en Bolivia? Se han organizado debates para discutir el documental, que tipo de preguntas o reacciones del público te han llamado la atención?
Mi trabajo se generó en IDFA. En 2008 presentamos allí y con gran éxito La Chirola, ese pequeño cortometraje, que es mi tesis de la Escuela de Cine de Cuba. El Festival de IDFA nos dio las posibilidad de ser vistos y escuchados. En esa tiempo ya llevaba desarrollando el proyecto de Ciudadela y el interés que causo nuestro trabajo pues se fue canalizando rápidamente y ganamos los fondos de JanVrijman-IDFA, WCF-Berlinale y DocBsAs para producir lo que en 2011 presentamos nuevamente en IDFA: Ciudadela.
En Bolivia lo pudimos estrenar recién en 2012. La primera presentación fue justamente dentro del Penal de San Pedro, con su protagonistas. Los posteriores debates enriquecieron mucho al filme y mis puntos de vista. Que la mayoría del público descubra “en San Pedro existe gente viviendo” ya es una gran paso. Las reflexiones se están comenzando a generar con más fuerza dentro de Bolivia, que es desde donde deben surgir. Ciudadela no explica nada, pero si despierta muchas preguntas que hasta ahora no nos las habíamos hecho como sociedad. ¿Por qué ellos y no yo? ¿Cuanto sabemos o ignoramos sobre la VIDA que se desarrolla dentro de los centros penitenciarios del país? ¿Qué tan ajenos e irresponsables somos ante la realidad y sus consecuencias? Es un filme evocativo y sensorial. Durante los debates he encontrado gente totalmente convencida de que es lo mismo que afuera. Ellos nunca estuvieron dentro de San Pedro, pero se reconocen en los habitantes de San Pedro y en sus espacios. Esto es muy valioso para poder comenzar una reflexión, reconocernos.
Docus y no ficción para Diego Mondaca, por qué?
Ficción y no-Ficción. Al final son lo mismo. Ambos comparten las mismas herramientas y buscan reflejar fragmentos de realidad y emociones. Me interesa más, si vamos a dividirlos, el documental de creación como lugar desde donde el cine está diciendo más cosas, no sólo sobre la vida sino también sobre el lenguaje. Por eso, más que género o formato, para mí el documental es un gesto creativo que implica hablar de la vida a través del mundo.
En noviembre tu trabajo se muestra en el festival Filmar en Amarica Latina de Ginebra (www.filmaramlat.ch/332-Decouvrez-les-invites-de-la-15eme-edition.note.aspx) comparte escenario con Jorge Sanjinés, uno de los pilares del cine andino Boliviano. Encuentra Diego Mondaca inspiración en el trabajo de Sanjinés? Como ves al cine Boliviano actual?
Personalmente admiro mucho el trabajo de Jorge Sanjinés y el Grupo Ukamau. Considero que es un cineasta que construyo una obra basada en conceptos e inquietudes muy claras como complejas y de forma consecuente. Sus filmes se desmarcan del llamado Nuevo Cine Latinoamericano por el fuerte contenido poético y político. La dimensión global que alcanza su obra se debe principalmente a este motivo. Esa es mi inspiración. Con respecto del cine boliviano, me parece en general, que está recién intentando salir de un periodo de distracción. Nuestras instituciones y el Estado aun no pueden garantizas la buena salud del Cine boliviano porque sus pretensiones son otras. En la medida que nos podamos concentrar en formación y capacitación, recién podremos visionar un cine boliviano.
Puedes comentarnos algo de tu nuevo proyecto, Chaco?
CHACO está en proceso de desarrollo y búsqueda de fondos. Es una historia sobre la memoria y el horror de nuestra campaña militar en 1930’s frente a los paraguayos. La ironía y el absurdo de las manobras bolivianas, como también los descabellados motivos y actores de esa guerra.
No necesitas responder esta pregunta, tal vez sobrepasa alguna especie de código ético que tienes con quienes filmas, pero me quedé con la inquietud de saber cómo esta Pedro ahora.
Pedro está vendiendo La Chirola. Es nuestro más grande distribuidor. Hasta donde sé anda bien. Él es el único que vende La Chirola y con eso se hace su platita.
DIEGO MONDACA, REALIZADOR BOLIVIANO QUE PARTICIPA DE NUESTRO CATÁLOGO REFLEXIONA SOBRE LA LIBERTAD | CINESUD, NON PROFIT DISTRIBUTION
[…] La entrevista original está publicada en la página WEB CONSENTIDO […]